miércoles, 5 de noviembre de 2014

UN PASEO POR LA RELIGIÓN: la Inquisición Española

Antes de abordar este tema habría que aclarar dos precisiones históricas que tienden a malinterpretarse: la primera, es que la inquisición no se gestó en España, y la segunda, es que se trata de un fenómeno producto de la intolerancia religiosa o de la consideración de la herejía como un mal que hay que erradicar.

Castillo de San Jorge
Los orígenes de la inquisición en España, los encontramos durante el reinado d los reyes católicos. Durante este contexto, se producirán una serie de obras que narran diversas atrocidades atribuidas a los judíos, tales como ser aliados naturales del anticristo. Debemos tener en cuenta que en el contexto histórico en el que nos movemos había una gran cantidad de conversos, los cuales fueron vistos como peligrosos por determinadas élites eclesiásticas. Ante estas supuestas supersticiones, el papa Sixto IV dio su licencia para la creación de la creación de la denominada inquisición española.
El punto central donde se centró la inquisición española fue Sevilla, instalándose en la fortaleza de Triana.
En la organización de dicha institución destacamos al inquisidor general, cargo desempeñado por Tomas de Torquemada, quien además fue confesor de Isabel la católica.

En cuanto al proceso inquisitorial, debía seguir un procedimiento que consistía en una denuncia a la persona bajo sospecha.  Tras dicha denuncia, el caso se expone a los calificadores y tras estos el fiscal decretaba la orden de arresto. Si se trataba de una acusación grave se procedía a intervenirle los bienes del reo en cuestión. Una vez detenido, no se le comunicaba la causa de su detención, todo ello con el propósito de que el reo confesara su posible culpabilidad.

Si el reo tendía a las contradicciones en su confesión o era incongruente con su declaración anterior, se procedía a la tortura. Los métodos de tortura eran la última opción y solo buscaban la presión psicológica al miedo al dolor. Podemos destacar tres métodos de tortura: la garrucha, la toca y el potro. El primero consista en sujetar a la víctima las manos detrás de la espalda, levantándole desde el suelo con una soga atada a las muñecas, mientras que los pies tenían colgando unas pesas. Esto suponía el peligro de descoyuntar las extremidades.
Proceso de Tortura
La segunda consistía en subir al reo a una escalera, donde era doblado sobre sí mismo, con la cabeza más baja que los pies. Situado así se le introduce por la boca una venda de lino por la que fluía el agua de una jarra. Esto provocaba sensación de ahogo en la victima para motivar una confesión. La severidad se medía mediante el número de jarras.
Las prácticas anteriores quedaron en desuso con el tiempo y se incorporó la última de ellas, el potro. Consistía en atar a la víctima a dicho instrumento con una cuerda a su alrededor, mientras que el verdugo daba vueltas a un dispositivo que se ceñía a sus piernas.
A pesar de estas torturas mencionadas, hay que tener en cuenta que siempre estaba presente un médico que podía llegar a impedir el sufrimiento dela víctima.

Una vez concluida esta fase, se pasaba a la sentencia, la cual podía tener dos vertientes: con méritos y sin méritos. La primera era una exposición detallada de los delitos del reo, mientras que la segunda simplemente exponía el carácter del delito, en caso de serlo.
Las sentencias también podían ser absolutorias y condenatorias. Las condenatorias podían dar lugar a que el reo fuera penitenciado e incluso quemado en la hoguera.

Y por último las penas impuestas entre las que podemos destacar el sambenito, los azotes, la estancia en una cárcel y la pena de muerte. Algunos de estos castigos servían de ejemplo público e incluso de motivo de humillación para la familia de la víctima como sería el caso del sambenito.

Bajo estas premisas ¿la inquisición realizo una correcta labor? esa pregunta aún necesita una respuesta.

 Bibliografía:
-   Alcalá, A., (ed.), Inquisición española y mentalidad inquisitorial, Barcelona, Ariel, 1984.
-       Bennassar, B., Inquisición española: poder político y control social, Barcelona, Crítica, 1981.

Manuel Carreira Hernández




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